Este miércoles, 9 de febrero, se conmemora el Día Mundial de la Pizza, una de las comidas rápidas más consumidas del mundo y, junto con la pasta, el plato italiano más internacional.
Independientemente de si te gusta con piña o sin piña, cuando el presidente de Islandia preguntó en Twitter si debía llevar piña o no es, desde ese mismo año, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, debido a su rol en la vida social y la transmisión de este arte culinario entre generaciones.
A pesar de su origen italiano, la palabra pizza proviene del griego ‘pēktos’, que significa ‘sólido’ o ‘coagulado’.
La base es una masa, generalmente circular, elaborada con harina de trigo, sal agua y levadura.
Cuando se tiene la base, lo habitual es echarle salsa de tomate y queso mozzarella y, encima, los ingredientes que se deseen, desde la citada piña hasta anchoas, alcaparras, olivas, jamón, maíz, verduras… todo lo que se desee y en la combinación que se quiera.
La forma tradicional -y mejor- de cocinarla es en horno de leña, aunque es bastante habitual usar hornos domésticos, sobre todo si se trata de pizzas precocinadas -pizzas congeladas o listas para hornear-.
Historia de la pizza
Se cree que el antecedente de la pizza es el pan que se consumía en las antiguas culturas de Egipto, Persia, Grecia y Roma.
En el periodo 521-500 a.C., los soldados persas comían una especie de pan plano en el que ponían dátiles y queso fundido.
Sin embargo, la pizza que se conoce hoy en día de originó en la ciudad italiana de Nápoles.
Ademas, se dice que las personas que vivían allí le echaban tomate a un pan plano elaborado a base de levadura.
Y todo indica que el creador de la pizza moderna fue Raffaele Esposito, que vivía allí.
De acuerdo a una leyenda urbana muy popular, Esposito se inventó una pizza en el año 1889 en honor a la reina Margherita, a la que bautizó como pizza margarita
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